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creato il 11/6/2024 - modificato il 7/28/2025

Estudios de referencias
Estudios de referencia: https://archive.org/details/tesis-licenciatura-halpin-antes-sembrabamos-frutales-ahora-sembramos-cabanas
La respuesta de los productores locales
Un grupo creciente de personas ha encontrado formas de inventarse su propio trabajo por fuera del turismo y la industria forestal. Lo han hecho bajo las modalidades de lo que, en el ámbito de la disputa política ha devenido en denominarse economía popular y, en los programas de desarrollo rural, agricultura familiar. Consiste en una serie de estrategias desarrolladas por sujetes que, en territorios rurales, han quedado al margen del mercado laboral y tampoco son poseedoris de capital, y han debido recurrir a aquellos medios que tenían a su alcance para sostener sus hogares. En las islas, estes sujetes se han denominado a si mismes productores familiares. En el Delta muchas de estas estrategias están relacionadas con la amplia la diversidad biológica presente a nivel local, tanto si se trata de especies nativas o de aquellas introducidas en ciclos económicos anteriores. Los recursos a aprovechar suelen ser el monte, tanto en sus zonas boscosas como en pajonales y juncales, quintas abandonadas o plantaciones que dejaron de ser atractivas, en términos de lucro, para la mirada empresarial. También se utiliza la vegetación que crece en los parques o jardines de las propias casas o se realizan acuerdos con vecines que no pueden, no saben o no están interesades en explotar dichos recursos elles mismes. Las herramientas utilizadas para procesar las materias primas suelen ser aquellas de acceso relativamente económico, que no requieren o no representan una gran acumulación de capital y, muchas veces, suelen ser los mismos instrumentos necesarios para la vida cotidiana en las islas, re-adaptados y re-utilizado para los fines productivos de los emprendimientos. No todes les productoris de OD trabajan con materias primas originarias del Delta. Existen varies emprendoris dentro del rubro textil, artesanías y diseño, entre otros, que trabajan con materiales obtenidos en el continente. Lo que les emparenta con el resto de les productoris es que también producen en talleres domésticos, a baja escala y con bajo capital, empleando principalmente su propia mano de obra o la de sus familiares y allegades. Comparten, además, las dificultades logísticas y de comercialización propias de este entorno geográfico particular y aislado que, obviamente, se acrecientan cuando une no cuenta con una gran infraestructura o capital para afrontar dichas tareas. Comparten, además, una relación de particular querencia con el entorno en donde viven esta particularidad devino en el punto de inicio para su agrupación, la cual, no casualmente, tuvo una fuerte impronta ambientalista desde sus inicios. Por lo tanto, les productoris han hecho de la sustentabilidad una marca distintiva tanto de sus emprendimientos como del proyecto colectivo. La identidad isleña, la necesidad de generar mayores fuentes de trabajo dignas en las islas, y la sustentabilidad son justamente los ejes a partir de los cuales OD exige acompañamiento a las autoridades estatales para un proyecto de desarrollo alternativo para la región. Estas demandas no se construyen a partir de la nada, sino a partir de la propia experiencia particular del territorio y, también, la articulación con otros movimientos sociales. Les productoris conocen lo que el desarrollo turístico y forestal, en sus modalidades hegemónicas actuales, tienen para ofrecerle a sus territorios y habitantes; y como mostré, elles no están interesados en dichos modelos de “desarrollo”. Dichos formatos llevan décadas en la región y ambos trajeron grandes oportunidades de crecimiento para unes poques actores y actrices; mientras que generan vulnerabilidad y falta de autonomía para planificar sus vidas para la mayoría de les habitantes del Delta.
La turistificación y su elitización
El turismo en el Delta de Tigre fue una actividad que se inició tempranamente en la región, comenzando unas décadas después del proceso de colonización con fines productivos. Sin embargo, la centralidad adquirida por dicha actividad fue cambiando, aumentando a medida que la crisis del sector frutícola se profundizaba. El punto clave de este proceso de reconversión se ubica en la década de 1990, cuando desde el estado municipal se decide apostar a una especialización en el turismo como forma de sortear la crisis productiva que el país y la región afrontaban. Esto se da en sintonía con lineamientos globales dictados por organismos internacionales como el Banco Mundial, la OCDE y la OMT que, en el marco de las restructuraciones territoriales producidas por la globalización neoliberal, sugieren a los estados la adopción de una reorientación al turismo, realizando inversiones o disponiendo facilidades para que el capital privado las haga, en la eterna espera de que se produzca un “efecto derrame” que cree empleos y erradique la pobreza. En el caso del Municipio de Tigre, la intervención estatal directa es muy notoria para la porción continental del partido, mientras que en las islas se deja vía libre al capital para que, favorecido por el flujo de turistas generado, éste se desarrolle y se reproduzca según su conveniencia. La cercanía del Delta tigrense con el Área Metropolitana de Buenos Aires influye de gran manera en las modalidades turísticas que se desarrollan en él, por ende, el mini-turismo, con excursiones de un día o visitas de fin de semana se encuentran entre las opciones dominantes. En tal esquema, cuentan con una gran ventaja les agentes turísticos con base en el continente, que tienen la oportunidad de captar a quienes transitan por la zona ribereña y embarcarlos hacia sus emprendimientos. De ésta manera, la población isleña queda mayormente marginada o por fuera de los beneficios económicos de ésta afluencia. El turismo de fin de semana ha dado lugar a la proliferación de cabañas de alquiler, actividad que puede ofrecer una fuente de ingresos de considerable importancia, tanto a inversores externos como a la población local, pero que se ve marcadamente afectada por la dinámica estacional, dado que el atractivo turístico principal de la región está ligado a los usos recreativos de los ríos y arroyos. Otra modalidad vinculada con la cercanía a la región metropolitana es el turismo residencial, dentro del cual, se registran dos tipos. Por un lado, la adquisición de viviendas particulares. Éste fenómeno lleva décadas de desarrollo, y si bien ha producido un proceso de gentrificación en donde las viviendas turísticas tienden a ubicarse en los sectores de mayores comodidades y la población local se ve desplazada a zonas más marginadas o desfavorecidas, no es mayormente cuestionado, en tanto que éste tipo de visitantes pueden amoldarse parcialmente al estilo de vida local. Además, la población local se ve algo más beneficiada por los consumos de estes visitantes semi-residentes. Por otro lado, el desarrollo de barrios privados en el Delta provocó una fuerte reacción vecinal. Estos mega-proyectos inmobiliarios, que pretenden emular las condiciones de vida del continente en las islas, mediante grandes obras de infraestructura de profundo impacto ambiental y la exclusión directa y violenta de la población isleña tradicional, fue percibida por las organizaciones locales como un ataque al modo de vida isleño. Fue mediante una serie de movilizaciones que se logró una reglamentación municipal que restringiera el desarrollo futuro de este tipo de proyectos. La oferta turística en el Delta es muy variada, e incluye formas diversas de construcción de atractividad. En un polo de la oferta, se encuentran los circuitos en catamarán con grabaciones estandarizadas o los recreos con playa y la multiplicación de cabañas, en línea con el esquema de turismo masivo y pasivo del modelo sol y playa surgido tras la segunda guerra mundial. Por otro lado, existe una oferta orientada al turismo experiencial, ligada a la práctica de actividades náuticas o a la exaltación de la ruralidad o la sustentabilidad al punto de convertirlas en una marca de exclusividad para explotar. En el extremo, esa exclusividad se convierte en exclusión pues las prácticas de las élites afectan el estilo de vida de la comunidad local mediante el acaparamiento de los ríos (copados por los yates que dificultan la navegación), la destrucción de humedales y la consecuente alteración del régimen hídrico, o el desalojo o relocalización forzada de las viviendas isleñas. Asimismo, la historia local y las actividades productivas que sea realizan o realizaron en el territorio y otras estrategias que se suelen desplegar en territorios rurales para la construcción de atractividad están débilmente utilizadas en el Delta de Tigre. La red de productoris de pequeña escala que intentó aprovechar esta veta para diferenciarse encontró numerosos obstáculos y terminó recurriendo a una estrategia diferente en el continente para poder colocar sus producciones, reforzando el sentimiento en dicho colectivo de que el turismo tiene pocos beneficios para ofrecerles. En definitiva, la suma de estos diversos fenómenos da como resultado un territorio completamente atravesado por el turismo. Por lo tanto, la población local vive simultáneamente dos tipos de afecciones. Por un lado, la saturación del entorno, producto de las consecuencias de la masividad del fenómeno turístico. Por el otro, la exclusión producida por la violencia y el destrato de aquellos sectores que con su poderío económico y su influencia política, se llevan el modo de vida isleño por delante, a veces en sentido metafórico y otras, literalmente. Señalo entonces que, en sintonía con otros procesos de turistificación en diferentes partes del mundo, en el Delta de Tigre la tenencia del suelo, la provisión de servicios básicos como la electricidad, el diseño del esquema de transporte público, o las normativas de edificación, entre otras políticas públicas, fueron desde los años ’90 diseñadas más en función de las necesidades de la industria turística y les visitantes que de la propia comunidad local. Una vez descripto este marco de situación, mi investigación se propone continuar relevando cómo la comunidad isleña se ha ido organizando en los últimos años, para desafiar y tensionar ésta modalidad de desarrollo.
El caso del Delta Tigre Paraná
En un territorio marcado por la turistificación y sus despojos, un pequeño grupo de productoris busca inventarse el suste to a través de la cosecha y procesamiento de cañaverales de bambú asilvestrados. Deben lidiar con la falta de apoyo de las agencias estatales no interesadas en modelos de desarrollo alternativos basados en la agricultra familiar y los cultivos sustentables.